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La Morada Mindfulness

La Morada Mindfulness

Ayudo a personas que sienten que los problemas del día a día les afectan mucho emocionalmente, a conseguir paz interior, claridad mental y seguridad en sí mismas para tomarse las cosas de manera menos personal y así ser más libres para disfrutar de la vida.

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Metamorfosis

noviembre 19, 2019 by MoradA016

“Déjame morir amando y así no moriré nunca”- Con esta frase pronunciada por Concha Velasco, con ímpetu y devoción por la vida, finalizaba la representación de “Metamorfosis”, una obra magistral a la que tuve la fortuna de asistir este verano pasado en el Festival de Teatro Clásico de Mérida. Se trata de la versión de Mary Zimmerman sobre las Metamorfosis de Ovidio, la obra cumbre del poeta romano, en la que recoge mitos y leyendas de dioses, héroes y reyes, historias que hablan de miedos, amor, ambición, celos, deseos…un retrato atemporal de la realidad con la que los seres humanos convivimos cada día. La esencia de las diferentes historias que se muestran en la representación, es la cualidad que tenemos las personas para transformarnos a través de un proceso de comprensión y madurez al que nos vemos expuestos por las circunstancias de nuestra existencia. La verdad es que me parecía un tema muy interesante sobre el que reflexionar desde mi propia experiencia.

A lo largo de los años que llevo practicando mindfulness he pasado por algunas etapas en las que anhelaba cambiar, mejorar, sentirme más feliz, responder a algunas situaciones de otra manera…algo así como esperar que se diera una transformación en mí lo suficientemente significativa como para sentir que mi anhelo de cambio quedaba consumado. Poco a poco me di cuenta de que esto, por una parte, es una fuente de motivación que te impulsa a crear las condiciones para que esos cambios ocurran, pero también, y al mismo tiempo, puede ser una trampa, una forma de distracción, o mejor dicho, de evitación de la realidad del momento presente en aras de encontrar otra realidad o situación personal más deseada y alineada con esa necesidad de cambio. Dicho de otra forma, estoy aprendiendo, por la propia experiencia, que cualquier posibilidad de cambio, aprendizaje o crecimiento personal pasa por transitar conscientemente las circunstancias que me toque vivir, me gusten más o me gusten menos, y especialmente pasa por convivir con las emociones y estados que dichas circunstancias provocan en mí en función de cómo las interpreto cognitivamente.

En general, por una cuestión de funcionamiento biológico muy básico, tendemos a acercarnos al placer y huir del dolor. Lo complicado de esto es que el placer y el dolor forman parte inherente de la existencia, de tal forma que ambas experiencias nos acompañan inevitablemente a lo largo del tiempo. El placer es obviamente muy llevadero, en la mayoría de los casos, pero las circunstancias que generan dolor, estrés, dificultad o malestar no lo son tanto, y a veces la vida nos invita a morar en la incomodidad de sentirnos así: afectados, bloqueados, desorientados, confusos, dolidos, frustrados, atascados, desconectados… y digo “invita” porque desde una perspectiva que tenga en cuenta las posibilidades de aprender y crecer, entrar con plena consciencia en estos estados es responder a una invitación que la vida nos ofrece para descubrir, comprender o encontrar algo nuevo que sirva de alimento para nutrir esa metamorfosis a la que estamos llamados una y  otra vez como seres humanos. Exponernos a vivir conscientemente los estados poco deseables que a veces nos invaden, es atrevernos a mirar de frente a nuestras heridas no curadas, a las rígidas estructuras de pensamiento aprendidas y a los comportamientos repetidos con los que una y otra vez reaccionamos ante el mundo.

Somos fuertes, creativos, flexibles, sabios, amorosos y lúcidos, y esos recursos están ahí, sin embargo para descubrir y disfrutar con más asiduidad de estos tesoros que contenemos necesitamos que algo de luz se filtre a través de las grietas que se forman cuando estas viejas estructuras comienzan a resquebrajarse. Y esto solo es posible a la luz de la consciencia. Por eso creo que todo lo que buscamos en el fondo pasa por ir aprendiendo poco a poco a estar en el presente con lo que se presente, porque es el camino hacia una vida donde podamos ir más allá de la forma anterior.

Si quieres explorar esta posibilidad, pregúntate, ¿cómo me siento hoy en relación con las cosas que me están pasando en estos momentos de la vida? ¿puedo darle espacio a cómo me siento y permitirme estar así, sin juzgarme, ni querer que esta sensación desaparezca? ¿qué pasa dentro de mí cuando soy capaz de sostener lo que siento de esta forma?

Juan Cruz Morgado

Profesor de mindfulness y coach personal

                       

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EMOCIONES COMPARTIDAS

noviembre 5, 2018 by MoradA016

inside out 3

La semana pasada tuve la suerte de recordar que aún no había visto una película de la que varias personas me hablaron muy bien y que además, por su temática, refleja la progresiva incorporación del conocimiento del mundo emocional en la cultura de nuestra sociedad. Me refiero a “Inside Out” (“Del revés”), una película de Disney que trata sobre las emociones humanas.

A parte de parecerme una peli de animación tremendamente divertida, me sorprendió por la originalidad de su propuesta y especialmente porque conecté con un emotivo sentimiento de familiaridad e  identificación con los personajes de la historia ( la alegría,  la tristeza, el miedo, la rabia y el asco) y con una cálida sensación de humanidad compartida al sentir en esos momentos que en realidad todas las personas viajamos juntas por esta vida experimentándola desde el filtro de unas emociones que son universales y en esencia las mismas para todos y todas. Así que pensé que, después de esta especie de “insight”, como mínimo el tema se merecía un post.

Mucho se ha escrito, dicho y expuesto sobre el mundo de las emociones desde que Dan Goleman publicara en los años 90 “Inteligencia Emocional”, un best-seller que marcó un antes y un después en la concepción moderna de la psicología humana. Personalmente la necesidad de equilibrar mis emociones fue en su momento la señal de alarma que me avisó de la importancia de adentrarme en el conocimiento de mí mismo, cosa que hice hace ya varios años cuando comencé a practicar la meditación mindfulness. Sin duda, entre las muchas cosas que he desaprendido, aprendido, descubierto y entendido desde la práctica de mindfulness, quizás una de las más útiles y significativas es cultivar una relación amable con las emociones que me acompañan en el día a día.

Las emociones son poderosas y muy influyentes en nuestra vida. Tienen la capacidad de condicionar nuestro comportamiento, de tal manera que sentir alegría o sentir tristeza conlleva una manera muy distinta de actuar y de relacionarme con lo que me rodea. Igualmente las emociones tiñen el color de cada momento, pudiendo percibir la vida como positiva, estupenda o apasionante si las emociones del momento son agradables a percibirla como tediosa, aburrida o un castigo si las emociones del momento son desagradables. Casi nada.

Generalmente convivimos con una variada experiencia emocional, más o menos agitada dependiendo de los niveles de estrés que afrontemos cada día. En muchas ocasiones no sabemos lo que nos pasa, a veces si lo sabemos y no queremos reconocerlo y otras veces los altibajos se vuelven tan evidentes, incluso  a lo largo de un solo día, que nos llevan a pensar que algo no funciona del todo bien. Entonces intentamos distraernos con nuestro entorno, buscando fuera algo que traiga la paz y el bienestar que en el fondo anhelamos, sin saber que haciendo esto nos evadimos de nosotros mismos creando una distancia con nuestro interior que no solo no resuelve lo que nos pasa sino que lo convierte en algo extraño, ajeno y difícil.   

A esto hay que añadir que dicha experiencia emocional permanece regularmente soterrada bajo una maraña de pensamientos, preocupaciones, recuerdos, fantasías, planes e ideas que, a modo de venda,  no nos facilitan la posibilidad de conectar con lo que sentimos.

Por todo ello me he ido dando cuenta que para una buena gestión de nuestra vida emocional ayuda mucho simplificar respondiendo a dos preguntas: ¿qué es lo que siento ahora? y ¿cómo puedo relacionarme adecuadamente con esto que siento?

Saber lo que siento implica necesariamente prestar atención a lo que está ocurriendo dentro de mí y para ello se requiere el suficiente interés como para volver la mirada hacia el interior en lugar de seguir la inercia de los automatismos. Una vez conecto conmigo solo me queda abrirme a la honestidad de reconocer qué siento. Esto muchas veces conlleva grandes sorpresas al darnos cuenta de que experimentamos con más frecuencia de la que creíamos determinadas emociones sobre las que solemos tener algún juicio negativo, como el enfado, la pena, la envidia o el miedo. Habitualmente son este tipo de emociones las que nos encontramos cuando “paramos y miramos” ya que las agradables solemos reconocerlas y sentirlas más fácilmente.

A mí la experiencia me está demostrando que las emociones en sí mismas no son ni buenas ni malas, sino más bien invitados inesperados que se alojan temporalmente en tu casa y que dependiendo de cómo los trates se quedarán más o menos tiempo. Normalmente si a un invitado lo tratas bien se quedará más tiempo en tu casa y si le muestras tu indiferencia o rechazo no tardará en irse. Pues bien, en el caso de las emociones, especialmente con las displacenteras,  ocurre al revés. Entonces, ¿cómo puedo relacionarme con las emociones que me resultan dolorosas o indeseables?

Existe una fórmula para esto que se puede expresar a través de la célebre frase de Carl G. Jung: “lo que resistes persiste y lo que aceptas se transforma”. Por ello, como si de un huésped se tratase, es muy sano permitirte sentir la emoción en el mismo momento en que está sucediendo, sin juzgarla, y dándole amablemente su espacio en la experiencia de este momento. De otra forma, cualquier intento de cuestionar, luchar o rechazar lo que siento solo traerá más dificultad haciendo que la emoción se mantenga junto con el malestar que produce el conflicto de querer cambiar lo que ya está teniendo lugar. Sin embargo la tolerancia hacia lo que sientes a través de una cálida bienvenida facilita que la vivencia de la emoción deje de ser tormentosa y se convierta en una experiencia pasajera que deja un poso de comprensión respecto a cómo vivir los altibajos de nuestra existencia.

Todos y todas pasamos una y otra vez por la experiencia de luchar contra lo que sentimos bajo el mandato del cómo debería o no debería sentirme en cada momento. Afortunadamente, las emociones son sabias y nos ofrecen una y otra vez la oportunidad de adentrarnos en el conocimiento de su naturaleza, la naturaleza de esas emociones compartidas que nos hacen tan humanos. Aunque algunas veces nos sintamos del revés.

 

 

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Sesión orientativa de la 8ª Edición del Programa de Reducción de Estrés basado en Mindfulness

septiembre 10, 2018 by MoradA016

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CHARLA PRÁCTICA. «Mindfulness: Vivir plenamente en tiempos de estrés»

diciembre 13, 2017 by MoradA016

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NO TENGAS MIEDO A EQUIVOCARTE

noviembre 16, 2017 by MoradA016

NEVER AFRAID TO FAIL

Hace dos meses fue mi cumpleaños, y unas amigas me regalaron un jersey muy bonito que lleva escrito “Never afraid to fail”, algo así como “no tengas miedo a equivocarte”. La verdad es que me encantó el mensaje, resonó fuerte en mí, y sentí que si exploraba un poco en mi experiencia partiendo de ese mensaje, quizás podría comprender algo valioso que aportarle a mi vida y la de mis clientes. Así es como surgió este post que comparto con vosotros.

Lo que la práctica de mindfulness me va demostrando de manera vivida, día a día, es que la vida siempre está cambiando. Cambia el tiempo, cambiamos nosotros, cambian los demás, cambian las circunstancias, cambian los deseos, cambian los intereses, las motivaciones, las experiencias…inevitablemente, por mucho que nos empeñemos en lo contrario, todo cambia. Y de entre las muchas implicaciones que tiene este hecho en nuestras vidas, estoy comprobando que una de las más difíciles de gestionar es que cuando hay cosas significativas que cambian, dentro o fuera de nosotros, muchas veces esto nos sitúa en la tesitura de tener que elegir, de tener que tomar decisiones más o menos importantes.

Yo creo que elegir es una capacidad maravillosa porque eligiendo somos libres, sin embargo en muchas situaciones hacer uso de esta libertad puede resultar complejo, incómodo y estresante. Tener que tomar decisiones en ocasiones se convierte en un estado paralizante, lleno de confusión, que prolongamos en el tiempo más de la cuenta por falta de una visión clara sobre lo que queremos, o aún sabiéndolo, por falta de coraje para llevarlo a cabo. Y esto ocurre porque tomar una decisión conlleva dos aspectos que nos cuesta afrontar y que solemos experimentar como obstáculos que nublan la claridad mental a la hora de elegir y dar el paso: el valor para soltar y la disposición a convivir con la incertidumbre.

El valor para soltar significa en este contexto que elegir algo implica inevitablemente renunciar a algo, como por ejemplo descartar las otras opciones alternativas, perder la compañía de otras personas, abandonar la sensación de seguridad que proporciona lo conocido o dejar de disponer de los beneficios que me reporta una determinada situación. Nos cuesta dejar ir aquello a lo que estamos aferrados, incluso sabiendo que en el fondo no es lo que queremos, nos resulta difícil. Sin embargo la vida nos avisa, a través del malestar por lo general, de la necesidad de soltar lo que ya no necesitamos, aquello que seguimos manteniendo por el propio miedo a precisamente soltar, ya sea una persona, un trabajo, una ciudad, unas comodidades, un comportamiento o una actitud.

Y es que el miedo a soltar es al mismo tiempo el miedo a las consecuencias de hacerlo, es decir, a convivir con la incertidumbre. Cuando elegimos una opción renunciamos a algo y simultáneamente nos adentramos en un camino en el que no sabemos lo que va a pasar, “¿será el camino tomado el correcto? ¿me irá bien? ¿me irá peor? ¿y si me equivoco? ¿y si pierdo el tiempo?…” todas estas preguntas sin respuesta inmediata encierran el temor de sentir que en el fondo no podemos controlar lo que va o no va a ocurrir en el futuro, y eso genera miedo, miedo a equivocarte.

Sin embargo, en realidad equivocarte es no tomar la decisión sabiendo que quieres tomarla, es dejar que otras personas la tomen por ti, es mirar para otro lado sabiendo que necesitas un cambio, es exigirte que todo salga perfecto cuando el futuro no está completamente bajo tu control. De hecho, la única equivocación posible cuando tomas una decisión es la de no decidir conscientemente.

Decidir conscientemente es darte cuenta de lo que debes dejar atrás, es sentir lo que cuesta renunciar a aquello de lo que debes desprenderte si eliges, es discernir cuándo es el momento de soltar lo que ya no te aporta sentido. Pero también es ser consciente del miedo a la incertidumbre, comprender que ese miedo es consustancial al proceso de vivir y saber cuál es el coste que conlleva en tu vida el dejarte arrastrar por él.

Teniendo esto en cuenta, puedes preguntarte:

¿De qué tendría que desprenderme si decido dar este paso?

¿Qué pasaría si pudiera soltar lo que me aferra a esta situación?

¿Qué ocurriría si pudiera seguir adelante con una decisión a pesar del miedo a no saber qué va a pasar?

¿Y si no tuviera miedo a equivocarme?

Si pudieras responder a estas preguntas, ¿Qué decisión tomarías?

 

 

 

 

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Programa de Reducción de Estrés basado en Mindfulness (MBSR). Edición de otoño

julio 11, 2017 by MoradA016

 

 

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